
Miedos Nocturnos
Esta es una patología enormemente frecuente en la infancia. En un estudio clásico realizado en 1976 se encontró que el 67 % de los niños de 8 años sufrían estos problemas, siendo su prevalencia mayor en las niñas que en los niños.
Parece que la estructura y el contenido de los miedos que impiden dormir al niño tienen una evolución temporal desde la niñez temprana a la adolescencia, alcanzándose su frecuencia más elevada entre los 9 y los 11 años. En los niños aún no escolarizados los miedos suelen ser vagos y mal definidos, mientras que, según se alcanza la adolescencia, son más concretos y realistas.
En el postlactante los miedos predominantes son a los ruidos fuertes, a los estímulos nuevos, a caer, a la separación de los padres o a ser cuidados por extraños.
En los años preescolares se pasa a temer a los perros u otros animales, a la oscuridad, a estar solo y separado de los padres, y a criaturas imaginarias. De los 6 a los 12 años aparecen los miedos a que los padres puedan separarse, discutir entre ellos o morir, a ser castigados, a fracasar en la escuela, a ser rechazado socialmente o a tener alguna enfermedad. En la adolescencia aparecen los miedos a ser objeto de algún crimen y a los temas sexuales, como el embarazo o el SIDA. En todas las edades hay un miedo común: la oscuridad.
El cuadro clínico en estos trastornos suele caracterizarse por la aparición de una gran ansiedad previa a acostarse. El niño refiere de forma verbal alguno de estos miedos, a la vez que presenta respuestas autonómicas de ansiedad. Dependiendo de la situación fobógena, puede estar hipervigilante, o registrar la habitación, o incluso rechazar el entrar en ella. Evidentemente, en esta situación el niño no suele conciliar fácilmente el sueño. En ocasiones también llegan a producirse cuadros más aparatosos, con trastornos sensoperceptivos (generalmente ilusiones visuales), o agitación. Es frecuente que reclamen la presencia de los padres o de algún hermano.
Antes de dar algún remedio el médico homeópata tomará los síntomas y los repertorizará para arribar al medicamento específico al caso. Es posible realizar un tratamiento homeopático de fondo que apunte a evitar que el cuadro reaparezca en el futuro y esto puede lograrse tomando los síntomas del cuadro local más las características emocionales y de personalidad del paciente para poder llegar al medicamento homeopático constitucional que desensibilice al paciente, recobrando el equilibrio energético perdido. También es posible tratar el cuadro agudo con medicamentos homeopáticos.
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