Estrés

El mundo moderno se caracteriza por la inestabilidad. Vivimos sometidos a cambios permanentes y vertiginosos en todos los ámbitos: económico, político, laboral, sociocultural, entre otros.

En este contexto, vemos que, ante exigencias de todos los días, la respuesta es demasiada tensión nerviosa o stress que puede manifestarse de una manera constructiva o de un modo destructivo:

• La fase positiva del estrés fisiológico, llamada eustrés, es un estado de excitación indispensable para nuestra salud. Nos permite buscar nuestra sobrevivencia, conseguir placer físico a través de nuestros sentidos, mejorar nuestro rendimiento y capacidad productiva, y adaptarnos a las diversas exigencias del medio.
• La fase destructiva, llamada distrés, es un estado de sobreexcitación física y/o psicológica, en el cual nos sentimos al límite de nuestras capacidades y fuerzas.

Esta segunda caracterización constituye un desequilibrio emocional y físico. Es una falla en la capaciad de adaptación adecuada, porque la respuesta es exagerada. Habrá irritabilidad, apatía, palpitaciones, taquicardia, temblores, sudoración, dolor de cabeza, mareos. O sin llegar a tanto, la persona siempre andará a mil, montada en el alocado tren de su propio stress cotidiano, yendo a quién sabe dónde, y arrasando lo que se le cruce en el camino. Si las condiciones se mantienen así, hay riesgo de enfermedades nerviosas, cardiovasculares, infecciosas, y otras.

Antes de dar algún remedio el médico homeópata tomará los síntomas y los repertorizará para arribar al medicamento específico al caso. Es posible realizar un tratamiento homeopático de fondo que apunte a evitar que el cuadro reaparezca en el futuro y esto puede lograrse tomando los síntomas del cuadro local más las características emocionales y de personalidad del paciente para poder llegar al medicamento homeopático constitucional que desensibilice al paciente, recobrando el equilibrio energético perdido. También es posible tratar el cuadro agudo con medicamentos homeopáticos.